miércoles, 2 de noviembre de 2011

Una historia llega a su fin.

13 de agosto del 2021.

Han pasado más de tres meses y la pesadilla no parece terminar. Esas fueron las últimas que pude oír de mi gran amigo Jacobo antes de que se fuera.

   Desde que llegamos a esta ciudad, nuestra vida había cambiado considerablemente, pues la mayor parte del tiempo lo ocupábamos únicamente para trabajar, ni siquiera teníamos tiempo para platicar pues nos encontrábamos cansados y sin ganas de hacer nada, mas que descansar.

   Jacobo era una persona muy fuerte y con una salud excelente. Desde pequeños demostró una gran fuerza y resistencia, pero en este lugar las cosas parecían cambiar, pues hace unas semanas él había enfermado gravemente de cólera, lo cual estaba mermando su condición y al mismo tiempo su fuerza de trabajo. Sin embargo esto no era lo peor, sino que al encontrarse en esas condiciones se exponía a ser llevado a los campos de exterminio, donde son llevadas todas las personas que no se encuentran en condiciones para  trabajar. Nadie sabe realmente que pasa en esos campos de exterminio. Muchos creen que son llevados a enormes cámaras donde son eliminados por medio de gas, como en los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Otros piensan que las personas son utilizadas para la investigación científica o para probar nuevos medicamentos. De lo que estamos seguros es que todas las personas que entran en esos campos ya no vuelven a salir.

   Pese a todos los esfuerzos que hizo Jacobo, fue inevitable que los guardias se dieran cuenta que mi amigo ya no podía trabajar, pues se encontraba muy enfermo, por lo que pidieron su extradición a los campos de exterminio de la zona noroeste de la ciudad. Intente detener a los guardias de que se llevaran a mi compañero, pero lo único que conseguí fue un disparo en mi brazo izquierdo y una amenaza por parte de uno de los guardias a quien golpeé de forma  brutal. El celador me dijo que lamentaría haber hecho eso,  pues él se encargaría de que yo mismo pidiera mi muerte.

   Llevo dos días encerrados pidiendo a Dios que mi amigo Jacobo aun se encuentre con vida. A lo mejor  de alguna forma pudo haber escapado, aunque dentro de mi siento que el ya se encuentra en un lugar donde el dolor no existe. No le he podido comentar a Brianda lo que ha sucedido con Jacobo, pues aun no sé si sería bueno comentarle esto; la podría desanimar, porque  yo le prometí que los tres saldríamos de este lugar de algún modo. Me duele mucho la pérdida de mi amigo. Sin embargo, debó buscar una forma para salir de aquí Brianda y yo, pues en las condiciones que se encuentra  mi brazo pronto estaré “visitando” ese campo de exterminio, y sin lugar a dudas también será el destino de mi amada Brianda.

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